El prodigio Luka Doncic juega al baloncesto para momentos así. Tras una progresión lógica dentro de los límites de la mejor liga del mundo, la NBA; el tratamiento injusto con sus premios individuales y una construcción lenta de un proyecto competitivo, Luka lo hizo. Ya es finalista de la NBA. Ya alcanzó la primera parada de su destino. Lideró, con otro partido bestial, a los Dallas Mavericks a tomar por tercera vez la cancha de los Minnesota Timberwolves (103-124), hacer bueno un registro imposible de remontar (el del 3-0) y poder citarse con los Boston Celtics en una final por la eternidad. La historia espera.
Luka Doncic, que fue todo en Europa con el Real Madrid y parece contagiarse de ese ADN blanco hasta las trancas, completó unos Playoffs del Oeste de dominio completo. Le quedaban los Timberwolves, una defensa férrea tejida con ayudas inacabables y dos torres cundiendo el pánico, y Doncic los hizo añicos. En el primer partido mató con un triple, el segundo ya es histórico sobre Rudy Gobert, en el tercero bordeó el recital para saber matarlo y en el quinto completó ‘el gran plan’ con 36 puntos, 10 rebotes, 5 asistencias y un 64% de efectividad en tiros de campo.
Como ocurrió durante toda la serie y lleva pasando el curso entero, Doncic e Irving elevaron su propuesta conjunta a límites inimaginables. los 36 de Luka tuvieron acompañamiento en otros 36 puntos, con 4 rebotes y 5 asistencias, de Kyrie. Su tercer partido en Playoffs de 30 o más por cabeza, cosa que solo Jerry West y Elgin Baylor tienen más (4) en 1962. Además, no fallaron PJ Washington (12+7) o Daniel Gafford (11+9). Y Lively parece recuperado (9+8).
Minnesota se quedó, como toda la final de Conferencia, corto. Edwards llegó a un buen 28+9+6 y Towns a 28+12. Pero ningún otro jugador pasó de 10 puntos anotados. Su ejercicio coral que había tumbado al campeón defensor Jokic recibió un golpe completo del jugador que viene a arrasar con todo. Luka Doncic completó su destino. Ahora solo falta la pieza de joyería.